¿Cuántas veces nos ha
sucedido a muchos de nosotros que queremos conseguir un objetivo pero nuestras
conductas finalmente son contrarias al objetivo previo en cuestión?.
O bien, verbalizamos una opinión concreta pero que en realidad no corresponde a nuestros verdaderos sentimientos y principios. Y simplemente realizamos otras conductas y actitudes, que se contradicen con los primeros.
O bien, verbalizamos una opinión concreta pero que en realidad no corresponde a nuestros verdaderos sentimientos y principios. Y simplemente realizamos otras conductas y actitudes, que se contradicen con los primeros.
Uno de los aprendizajes
muy importantes que se consigue al final del proceso terapéutico (más o menos
implícitos) es que la persona va encontrando un equilibrio coherente entre sus
pensamientos, emociones y conductas. Y este mismo logro consciente genera a la
persona una integridad y armonía auténticas con su propia persona.
En una primera fase y en
función de las características personales, y desde mi experiencia como psicoterapeuta,
considero que es de vital importancia que el terapeuta facilite hacer
consciente a la persona estas incoherencias y contradicciones, especialmente
aquellas que producen interferencias en su funcionamiento diario y en la relación
con las personas de su entorno.
Por este motivo, uno de los ejercicios vivenciales que yo recomiendo en la primera fase de trabajo terapéutico, es realizar un análisis de lo “qué pienso” (pensamiento), “lo qué siento” (emoción), “lo qué hago” (conducta), y sobretodo focalizado a los problemas disfuncionales que generan un desequilibrio profundo en la persona a los tres niveles de respuesta: pensamiento, emoción y conducta.
Por este motivo, uno de los ejercicios vivenciales que yo recomiendo en la primera fase de trabajo terapéutico, es realizar un análisis de lo “qué pienso” (pensamiento), “lo qué siento” (emoción), “lo qué hago” (conducta), y sobretodo focalizado a los problemas disfuncionales que generan un desequilibrio profundo en la persona a los tres niveles de respuesta: pensamiento, emoción y conducta.
Y
de hecho, considero que este ejercicio vivencial (“pienso”, “siento” y “actúo”)
fundamentalmente responde a una necesidad vital de la persona que viene a pedir
ayuda psicológica, y que está reclamando una experiencia de activación empática
consigo misma y con la de los demás.
1 comentarios:
Me encanta el libro que has publicado. Es un manual de psicoterapia escrito en primera persona y basado en la experiencia. Una aproximación como nunca antes se había visto. Real, claro e integrador. No sólo es una guía para los que se dedican a esta disciplina, sino que además ayuda a conocernos a nosotros mismos. M.C.
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